Pero el texto no siempre tiene que comparecer para que se dé esta beneficiosa colaboración. Determinadas secuencias de imágenes, precisamente por su carácter temporal ya lo incluyen, aunque de forma implícita. Es el caso de los “frisos” que componen esta exposición, aparentemente mudos pero sugerentes en su serie. Con ellos se retoma un tema clásico, al menos desde el difícilmente superable “friso de las Panateneas” que rodeaba un espacio típicamente procesional y secuenciado como es el peristilo del Partenón. Ahora se retoma esta serialidad contaminada por las influencias del cómic y el cine. Al contorno del cuadro como gestor geométrico se añade el valor del “gutter” o espacio en blanco con el que las viñetas saltan de una realidad a la siguiente sin necesidad de representar toda la continuidad de lo real. Esta elipsis acentúa la tensión narrativa y “tira” hacia delante de la historia, obligando a vincular con la imaginación los términos contiguos de la secuencia, cuya relación a veces no es inmediata. De esta manera se supera la tentación de un hiperrealismo pictórico sólo virtuoso y atmosférico, para incitar al relato.
La relación con el cómic ha llevado aquí también a contaminar la pintura figurativa con la cultura pop de la publicidad y la ilustración, que se manifiestan en perfiles claros, colores continuos y contrastados, poses deliberadamente artificiales y fondos planos neutros típicos del discurso gráfico.
Estos “frisos” buscan además un diálogo con el binomio vestido-piel, como reflejo de la expresión personal. Parten del concepto de “escaparate” para tergiversarlo sutilmente. Si éste se constituye como una caja escénica a pequeña escala, en la que el maniquí de cuerpo entero representa al modelo y lo expone, aquí el cuadro pictórico fragmenta la toma como haría el objetivo de una cámara, para seleccionar sólo algunas porciones significativas, como bustos o piernas, remitiendo a un nuevo fuera de campo añadido al del corte entre las “viñetas”. La figura no se muestra completa, dejando al espectador que prolongue su geometría. Por otro lado, las máscaras y vestidos, velan la presencia del cuerpo, añadiendo un nuevo fuera de campo, en este caso interno a la toma. El cuadro se constituye en capas, que se ocultan unas a otras, proponiendo una visión parcial y mediada de la realidad, cuyo gestor es en último término lo pictórico.
